EL TRIÁNGULO DE LA SEGURIDAD (II): LOS AMORTIGUADORES
Tres componentes forman el triángulo de la seguridad en el automóvil: los neumáticos, los frenos y los amortiguadores.
De los tres, probablemente este último sea el menos conocido por el usuario. El hecho de que sea el menos visible es una de las razones. Tampoco ayuda que se suela considerar un elemento de confort, más que de seguridad. El principal problema es que, además, su deterioro es normalmente lento y progresivo, lo que hace que muchos conductores no se den cuenta del mal estado en el que se encuentran sus amortiguadores.
La función del amortiguador es retener los rebotes de los resortes de la suspensión (normalmente muelles). De esta manera, se encarga de mantener la rueda en contacto con el suelo cuando se pasa por encima de irregularidades e impide la inclinación excesiva de la carrocería en las transferencias de masa que sufre el vehículo en los giros, aceleraciones y frenadas.
Si el amortiguador no está en óptimas condiciones, la pisada de los neumáticos no es la correcta y pierden capacidad de adherencia en toda circunstancia: el coche no se inscribe correctamente en las curvas, pierde tracción fácilmente al acelerar y las distancias de frenada se alargan notablemente; todo ello, acompañado por una desagradable inclinación del vehículo.
Aunque la revisión exhaustiva de un amortiguador solo puede realizarla su taller de confianza, el usuario tiene varias formas de comprobar su estado: en primer lugar, mirar a través del paso de rueda si se detecta alguna fuga de aceite en el amortiguador (en ese caso, la sustitución es urgente); otra señal del mal estado de los amortiguadores es cuando se oyen ruidos anómalos y se nota un comportamiento poco habitual cuando pasamos por algún bache o resalte; y, como decíamos, realizando alguna aceleración fuerte para comprobar hasta qué punto los neumáticos pierden adherencia.
No hay un kilometraje exacto para decidir el cambio de los amortiguadores, ya que su estado dependerá del uso que se haya hecho del vehículo, si se viaja muy cargado o no, más por autopista o por pistas forestales, etc., pero sí resulta conveniente hacer como mínimo una comprobación de su estado cada 20.000 o 30.000 kilómetros o cada dos años.
Además, nunca deben cambiarse individualmente: como mínimo, es necesario cambiar los dos del mismo eje, pero se recomienda cambiar siempre los cuatro.